Análisis de la adecuación de las competencias de la Unión Europea ante su respuesta a la crisis generada por la COVID-19

Abstract

La crisis provocada por la pandemia de la COVID-19 ha tenido un impacto sin precedentes en la comunidad internacional. En concreto, el continente europeo ha sufrido los efectos de la misma en los ámbitos sanitario, económico, tecnológico y social, observado en las altas cifras de contagios y fallecimientos, recesiones económicas importantes, incrementos en el uso de las tecnologías e impedimentos en la movilidad y transporte de sus ciudadanos. La Unión Europea (UE) ha desempeñado un papel clave a nivel internacional en la gestión de la pandemia, apoyando a sus 27 Estados miembros en todos los ámbitos. No obstante, el complejo papel de la UE para intentar unificar y homogeneizar respuestas ante la crisis entre sus Estados miembros ha resucitado el histórico debate que caracteriza a la Unión Europea; ante crisis y amenazas a la seguridad ¿se deberían nacionalizar plenamente las competencias de los Estados miembros en materia de salud pública u optar por una mayor atribución de su soberanía para poder formar parte de un programa más eficaz a escala europea? En su respuesta ante la COVID-19, la Unión Europea ha adoptado una serie de iniciativas y proyectos para afrontar los efectos sanitarios y económicos, incluyendo el Plan de Recuperación ‘NextGenerationEU’ o la Estrategia de Vacunas de la UE, entre otros. No obstante, la UE ha sufrido numerosas críticas en base a las posibles limitaciones en su actuación, incluyendo una lenta respuesta y una falta de transparencia por parte de la Comisión Europea, así como problemas en la negociación con empresas farmacéuticas. Sin embargo, también se ha podido observar una falta de coordinación, coherencia y solidaridad entre los Estados miembros, los cuales deberían intentar unificar y establecer una línea de acción integrada para hacer frente a las amenazas sanitarias de manera eficaz, tanto dentro de la Unión como a nivel externo.

The crisis caused by the COVID-19 pandemic has had an unprecedented impact on the international community. In particular, the European continent has suffered the effects of the pandemic in the health, economic, technological and social spheres, as seen in the high numbers of infections and deaths, major economic recessions, increased use of technologies, and impediments to the mobility of its citizens. The European Union (EU) has played a key role at the international level in managing the pandemic, supporting its 27 Member States in every field. However, the complex role of the EU in trying to unify and homogenise responses amongst its Member States has revived the historical debate that characterises the Union; in the face of crises and security threats, should Member States' public health competences be fully nationalised, or should they opt for a greater transfer of their sovereignty to the EU in order to be part of a more effective program at the European level? In its response to COVID-19, the European Union has adopted a number of initiatives and projects to address the health and economic effects, including the Recovery Plan, 'NextGenerationEU' or the EU Vaccine Strategy, among others. However, the EU has faced numerous criticisms based on possible limitations in its responses, including a slow response and lack of transparency by the European Commission, or problems in negotiating with pharmaceutical companies. However, there has also been a lack of coordination, coherence and solidarity amongst its Member States, which should try to unify and establish an integrated line of action, both within and outside the Union, to effectively address sanitary crises.