El bronce de Rodin o la gloria de la carne

Abstract

Tomando como imagen de fondo la escultura El hombre de la Edad de Bronce, de Auguste Rodin, el autor explora la permanente actualidad de Jesucristo a partir de la tensión entre carnalidad humana y gloria trascendente que transe su misterio y el nuestro. A partir de las características de la escultura de Rodin, el autor esboza una reflexión sobre la condición del ser humano contemporáneo, capaz de encontrar sentido en la inmanencia, pero también abierto —aunque de modo velado— al misterio de lo trascendente. Una condición que sólo puede comprenderse y vivirse plenamente a la luz de la figura de Jesucristo, cuya encarnación une admirablemente la carne humana y la gloria divina. Desde una perspectiva teológica, se debe convenir que la singularidad de Cristo no representa una negación de lo humano, sino su máxima exaltación, al ser el locus donde Dios se hace carne y el hombre alcanza su plenitud. En ese sentido, la carne gloriosa de Cristo se presenta como el futuro absoluto del ser humano, el punto culminante en el que convergen la salvación divina y la realización humana. La fe cristiana, entonces, no niega el drama o la grandeza de la existencia terrenal, sino que proclama su transformación definitiva en Cristo, cuya carne gloriosa anticipa y garantiza el destino último del hombre.

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